Transsexual Technology
lunes, 31 de diciembre de 2012
domingo, 30 de diciembre de 2012
J & J I
(Las personas transexuales
podemos soñar con la tecnología. Así entramos con esperanza en un futuro
realizable, que es el centro de la condición humana.
Este texto configura un
espacio de fantasía en el que los nombres de personas e instituciones son
imaginarios, aunque se refieren a posibilidades ya existentes, como si se
hubieran desarrollado ya en un inminente futuro)
Joe Newborn es un poderoso
ganadero del Medio Oeste y Janice es su esposa. Ambos son transexuales y
empezaron su transición a los 15 años.
Por esto, Joe es alto, 1’80,
y le lleva la cabeza a Janice, que no mide más de 1’65. Se conocieron en la
Clínica de Atención a Menores Variantes de Género, y entonces tenían la misma
estatura.
Joe siguió un tratamiento
simultáneo de crecimiento y a Janice se le inhibió de manera natural con los
estrógenos del período de prueba (reversible, que duró hasta los 16 años)
Joe es de origen anglosajón,
de Nueva Inglaterra; Janice es de Nuevo México; adoptó el antiguo nombre de Joe,
“para que no se pierda”, con su beneplácito, y se llama de apellido Pérez; lo
sigue usando como segundo nombre.
Joe es grande, corpulento y
fuerte; usa en todo momento un arnés genital, “para saber lo que le queda por conseguir”; es
duro y seguro, muy entendido en tecnologías contemporáneas. Es ingeniero de
profesión.
Muy abstracto y matemático;
sabe razonar y hace de la lógica su principal religión, literalmente. Confía en
que el Cosmos es lógico, y que todo tiene un sentido y forma una Unidad. Enuncia
sus conclusiones en términos lógicos y tranquilos, porque suelen ser irrefutables.
Sin embargo, está más que dispuesto a reconocer un error lógico, cuando se le
demuestra.
Janice es muy emotiva y
siente una gran dependencia de su marido, a cuyo lado se siente estable y
segura. Es delgada, de estatura media, cabello oscuro y ondulado, facciones muy
suaves y en su conjunto ovaladas, una belleza muy española. Cuando un año
después de conocerse se pusieron novios, él le dijo que soñaba con una esposa
en su hogar, y ella se sentía infinitamente atraída por la vida en la casa, por
lo que dejó sus estudios al terminar Secundaria. “Mi carrera vas a ser tú y
nuestra casa”, le dijo a Joe.
Le complace ser una nulidad en tecnología. “Eso
se lo dejo a él”; sin embargo, su prioridad son sus sentimientos. “Me gusta
sentir que siento”.
Está operada desde los
diecisiete años y se siente feliz solo porque su cuerpo sea ahora “suave y
delicado, como mi alma”.
Dice que “no le cuesta
trabajo hacer lo que quiere su marido”, aunque hablando con él; a menudo,
encuentra en sus emociones los argumentos que por sí solos, obligan a su marido
a rectificar sus posiciones. Él dice que “Janice trae intuiciones y yo razono a
partir de ellas; ella no discute, solo
expone lo que ve, y precisamente por eso yo puedo rectificar con toda seguridad
y toda paz, porque ella es solo como un río que sigue la ley de la gravedad”.
Ella sigue de manera
consciente el estilo de los años cincuenta; permanece en su casa, oye música y
canciones románticas (actuales) y cuida del nido de la familia.
Cuando iniciaron su
transición, guardaron sus gametos, lo que cuando se casaron les permitió contar
con la ayuda del Centro de Reproducción Asistida y de una madre vicaria (que
después fue amiga de la familia) para que llegaran, uno tras otro, sus cuatro
hijos, dos XX y dos XY, mayores y menores, por ese orden.
Según fueron llegando, Janice
les fue amamantando, apoyada por la Fundación para la Lactancia Transexual.
Para ella fue la experiencia que necesitaba para sentirse unida a sus hijos,
como una madre, aunque su estructura XY, al margen de su voluntad, como si
fuera ajena, hubiera fecundado estructuras XX que eran profundamente ajenas a
Joe.
Éste propuso llamarlos con
nombres ambiguos, que les permitieran en el futuro afirmar su individualidad y
su identidad, al ser sustituidos por otros. Así los llamaron Ei, Bi, Si y Di.
En inglés los nombres son a menudo monosilábicos, por lo que resulta fácil
adaptarse a ellos.
De mutuo acuerdo, no les
hablaron nunca a sus hijos de que ellos eran transexuales. Sin embargo, de manera
espontánea, los cuatro, según fueron creciendo, manifestaron su propia
variación de género y luego su transexualidad.
En cuanto la expresaron
verbalmente mediante un “yo quiero”, entre los tres y los nueve años, Joe y
Janice siguieron la técnica de la variación de género experimental,
vistiéndolos conforme con el género deseado y esperando a ver si el “yo quiero”
subsistía.
Por razones de ideario
profundo, compartido, los chicos t-XX siguieron desde aquel momento un programa
de estimulación precoz matemática; los resultados fueron tan asombrosos como
verlos resolver cubos de Rubik a ciegas desde los siete años.
Las chicas t-XY siguieron por
su parte un programa japonés de estimulación precoz musical, que les hizo capaces de tocar con
maestría el piano y el arpa, respectivamente. Janice estaba convencida de que
así expresaban más profundamente su sentimentalidad.
En los cuatro la identidad
elegida subsistió con entusiasmo y alegría. Los t-XX eran muy masculinos en
todo, jugaban a subirse a los árboles, se peleaban, jugaban al béisbol y se
interesaban por él con pasión, y las t-XY eran muy femeninas, tímidas y caseras
como su madre. Joe, conforme a los modelos de los cincuenta, se llevaba a los
t-XX a pescar o se entrenaba al béisbol con ellos. Antes de definirse la
identidad de las t-XY, ya ellas mismas se apegaban a su madre, se escondían
tras sus faldas y querían ayudarla en la cocina; también pintaban, amaban los
colores y leían incansablemente novelas.
En tales momentos, ya los
nombres-iniciales primitivos fueron sustituídos por otros que ellos mismos
eligieron: Aaron, Bert, Candy y Diana, puesto que todos decidieron seguir o
ampliar sus iniciales. Aaron explicó que quería llamarse con una doble A, Bert,
con sentido del humor, como el héroe de los Simpson, para no volar demasiado
alto, Candy, por una amiga muy querida de su madre, y Diana, por la Princesa
Diana. Todos ellos añadieron como segundo nombre el Pérez de su madre.
A la vez, como experiencia,
sus padres observaban la absoluta informatización y tecnologización de los
chicos t-XX, la agilidad con la que usaban cualquier recurso y sus deseos de
que Santa Claus les trajese nuevos aparatos, y especialmente juegos de acción,
de competición y de guerra. Las chicas en cambio no se interesaban en absoluto por la tecnología y
se limitaban a aprender a usar los ordenadores.
A medida que llegaba la edad
de la escolaridad para cada uno, Joe y Janice hablaron con la dirección de la
escuela correspondiente, y desde el primer minuto, consiguieron que sus hijos
fueran a clase, según el género deseado, aunque explicando a las clases su
situación, lo que evitó cualquier clase de acoso, según estaba previsto. Los
otros alumnos simplemente crecieron sabiendo que en su clase había una persona
transgénero, lo mismo que en la vida real.
Cuando fueron llegando a los
doce y trece años, empezaron un tratamento médico de detención de la pubertad
(y los chicos, de estimulación del crecimiento, como su padre) A la vez, entraron
en un programa de preparación en su día para el empleo de células madre, que se
esperaba que les permitirían desarrollar los genitales masculinos de los t-XX y
los femeninos internos de las t-XY, sobre el principio de que ambos están en
estado embrionario en ambos sexos.
Ya para entonces, el
desarrollo intelectual de los chicos había sobrepasado con mucho el nivel de la
escuela, por lo que ambos consiguieron sendas becas universitarias que les
permitieron seguir cursos de Astrofísica y de Física Subatómica,
respectivamente, desde los catorce años.
Sus conversaciones en casa
giraban en torno a una pizarra electrónica, donde escribían fórmulas y fórmulas
inaccesibles para su padre, pese a sus estudios de ingeniería, o se traducían
en la creación de juegos con los que se entretenían durante media hora, y
después borraban, con absoluto desprecio por su valor económico. “Si
estuviéramos pendientes de venderlos, ni yo podría dedicarme a mi ganadería,
que es lo que me da la vida, y ellos perderían muchas horas de estudio, que
sienten como fundamental, solo para que pudiesen tener más juegos para
entontecerse otros millones de muchachos”.
Las chicas, por su parte,
bajo la influencia de sus compañeras de escuela, estaban absorbidas por el
maquillaje, las relaciones siempre platónicas con los chicos, siempre a
distancia, lo que les causaba no pocas lágrimas, de las que las consolaba su
madre, y el aprendizaje junto a ésta de las funciones de ama de casa. Quiero
explicar también por qué aprendían todas las labores de la mujer consideradas
generalmente obsoletas: bordar a punto de cruz, hacer punto (devanaban las
madejas y hacían los ovillos encantadas), crochet, patchwork…, a la vez que se
les dejaban las puertas abiertas para las salidas profesionales.
Pero por otra parte, en la
casa se hablaba de sexualidad con la misma naturalidad con que se diría que hoy
hace sol y hoy llueve. Los padres sabían que la sexualidad es la base de la
identidad y que no podía por eso ser callada.
Lo mismo se hablaba de las
numerosas parejas que encontraban los chicos y de las particularidades o
dificultades de sus relaciones, que de la complicada formación de pareja por
parte de las chicas, que era lo que provocaba sus frecuentes lágrimas. Pero
suavemente, iba emergiendo su belleza como revelación de su vida, y su
gentileza y ternura como su manera propia de unirse con quien supiese
quererlas.
El resultado general, después
de las peleas de la niñez, era una actitud transigente y protectora por parte
de sus hermanos, que preparaba a unos y otras para sus futuros matrimonios. Los
cuatro no han sido excepcionales en la época escolar, pues siempre ha habido
algún otro u otra trans, que les ha acompañado. En cuanto a si serán homos o
heteros, está por ver.
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