domingo, 30 de diciembre de 2012

J & J I






(Las personas transexuales podemos soñar con la tecnología. Así entramos con esperanza en un futuro realizable, que es el centro de la condición humana.

Este texto configura un espacio de fantasía en el que los nombres de personas e instituciones son imaginarios, aunque se refieren a posibilidades ya existentes, como si se hubieran desarrollado ya en un inminente futuro)





Joe Newborn es un poderoso ganadero del Medio Oeste y Janice es su esposa. Ambos son transexuales y empezaron su transición a los 15 años.

Por esto, Joe es alto, 1’80, y le lleva la cabeza a Janice, que no mide más de 1’65. Se conocieron en la Clínica de Atención a Menores Variantes de Género, y entonces tenían la misma estatura.

Joe siguió un tratamiento simultáneo de crecimiento y a Janice se le inhibió de manera natural con los estrógenos del período de prueba (reversible, que duró hasta los 16 años)

Joe es de origen anglosajón, de Nueva Inglaterra; Janice es de Nuevo México; adoptó el antiguo nombre de Joe, “para que no se pierda”, con su beneplácito, y se llama de apellido Pérez; lo sigue usando como segundo nombre.

Joe es grande, corpulento y fuerte; usa en todo momento un arnés genital,  “para saber lo que le queda por conseguir”; es duro y seguro, muy entendido en tecnologías contemporáneas. Es ingeniero de profesión.

Muy abstracto y matemático; sabe razonar y hace de la lógica su principal religión, literalmente. Confía en que el Cosmos es lógico, y que todo tiene un sentido y forma una Unidad. Enuncia sus conclusiones en términos lógicos y tranquilos, porque suelen ser irrefutables. Sin embargo, está más que dispuesto a reconocer un error lógico, cuando se le demuestra.

Janice es muy emotiva y siente una gran dependencia de su marido, a cuyo lado se siente estable y segura. Es delgada, de estatura media, cabello oscuro y ondulado, facciones muy suaves y en su conjunto ovaladas, una belleza muy española. Cuando un año después de conocerse se pusieron novios, él le dijo que soñaba con una esposa en su hogar, y ella se sentía infinitamente atraída por la vida en la casa, por lo que dejó sus estudios al terminar Secundaria. “Mi carrera vas a ser tú y nuestra casa”, le dijo a Joe.

 Le complace ser una nulidad en tecnología. “Eso se lo dejo a él”; sin embargo, su prioridad son sus sentimientos. “Me gusta sentir que siento”.

Está operada desde los diecisiete años y se siente feliz solo porque su cuerpo sea ahora “suave y delicado, como mi alma”.

Dice que “no le cuesta trabajo hacer lo que quiere su marido”, aunque hablando con él; a menudo, encuentra en sus emociones los argumentos que por sí solos, obligan a su marido a rectificar sus posiciones. Él dice que “Janice trae intuiciones y yo razono a partir de ellas; ella no  discute, solo expone lo que ve, y precisamente por eso yo puedo rectificar con toda seguridad y toda paz, porque ella es solo como un río que sigue la ley de la gravedad”.

Ella sigue de manera consciente el estilo de los años cincuenta; permanece en su casa, oye música y canciones románticas (actuales) y cuida del nido de la familia.

Cuando iniciaron su transición, guardaron sus gametos, lo que cuando se casaron les permitió contar con la ayuda del Centro de Reproducción Asistida y de una madre vicaria (que después fue amiga de la familia) para que llegaran, uno tras otro, sus cuatro hijos, dos XX y dos XY, mayores y menores, por ese orden.

Según fueron llegando, Janice les fue amamantando, apoyada por la Fundación para la Lactancia Transexual. Para ella fue la experiencia que necesitaba para sentirse unida a sus hijos, como una madre, aunque su estructura XY, al margen de su voluntad, como si fuera ajena, hubiera fecundado estructuras XX que eran profundamente ajenas a Joe.

Éste propuso llamarlos con nombres ambiguos, que les permitieran en el futuro afirmar su individualidad y su identidad, al ser sustituidos por otros. Así los llamaron Ei, Bi, Si y Di. En inglés los nombres son a menudo monosilábicos, por lo que resulta fácil adaptarse a ellos.

De mutuo acuerdo, no les hablaron nunca a sus hijos de que ellos eran transexuales. Sin embargo, de manera espontánea, los cuatro, según fueron creciendo, manifestaron su propia variación de género y luego su transexualidad.

En cuanto la expresaron verbalmente mediante un “yo quiero”, entre los tres y los nueve años, Joe y Janice siguieron la técnica de la variación de género experimental, vistiéndolos conforme con el género deseado y esperando a ver si el “yo quiero” subsistía.

Por razones de ideario profundo, compartido, los chicos t-XX siguieron desde aquel momento un programa de estimulación precoz matemática; los resultados fueron tan asombrosos como verlos resolver cubos de Rubik a ciegas desde los siete años.

Las chicas t-XY siguieron por su parte un programa japonés de estimulación precoz  musical, que les hizo capaces de tocar con maestría el piano y el arpa, respectivamente. Janice estaba convencida de que así expresaban más profundamente su sentimentalidad.

En los cuatro la identidad elegida subsistió con entusiasmo y alegría. Los t-XX eran muy masculinos en todo, jugaban a subirse a los árboles, se peleaban, jugaban al béisbol y se interesaban por él con pasión, y las t-XY eran muy femeninas, tímidas y caseras como su madre. Joe, conforme a los modelos de los cincuenta, se llevaba a los t-XX a pescar o se entrenaba al béisbol con ellos. Antes de definirse la identidad de las t-XY, ya ellas mismas se apegaban a su madre, se escondían tras sus faldas y querían ayudarla en la cocina; también pintaban, amaban los colores y leían  incansablemente novelas.

En tales momentos, ya los nombres-iniciales primitivos fueron sustituídos por otros que ellos mismos eligieron: Aaron, Bert, Candy y Diana, puesto que todos decidieron seguir o ampliar sus iniciales. Aaron explicó que quería llamarse con una doble A, Bert, con sentido del humor, como el héroe de los Simpson, para no volar demasiado alto, Candy, por una amiga muy querida de su madre, y Diana, por la Princesa Diana. Todos ellos añadieron como segundo nombre el Pérez de su madre.

A la vez, como experiencia, sus padres observaban la absoluta informatización y tecnologización de los chicos t-XX, la agilidad con la que usaban cualquier recurso y sus deseos de que Santa Claus les trajese nuevos aparatos, y especialmente juegos de acción, de competición y de guerra. Las chicas en cambio no se  interesaban en absoluto por la tecnología y se limitaban a aprender a usar los ordenadores.

A medida que llegaba la edad de la escolaridad para cada uno, Joe y Janice hablaron con la dirección de la escuela correspondiente, y desde el primer minuto, consiguieron que sus hijos fueran a clase, según el género deseado, aunque explicando a las clases su situación, lo que evitó cualquier clase de acoso, según estaba previsto. Los otros alumnos simplemente crecieron sabiendo que en su clase había una persona transgénero, lo mismo que en la vida real.

Cuando fueron llegando a los doce y trece años, empezaron un tratamento médico de detención de la pubertad (y los chicos, de estimulación del crecimiento, como su padre) A la vez, entraron en un programa de preparación en su día para el empleo de células madre, que se esperaba que les permitirían desarrollar los genitales masculinos de los t-XX y los femeninos internos de las t-XY, sobre el principio de que ambos están en estado embrionario en ambos sexos.

Ya para entonces, el desarrollo intelectual de los chicos había sobrepasado con mucho el nivel de la escuela, por lo que ambos consiguieron sendas becas universitarias que les permitieron seguir cursos de Astrofísica y de Física Subatómica, respectivamente, desde los catorce años.

Sus conversaciones en casa giraban en torno a una pizarra electrónica, donde escribían fórmulas y fórmulas inaccesibles para su padre, pese a sus estudios de ingeniería, o se traducían en la creación de juegos con los que se entretenían durante media hora, y después borraban, con absoluto desprecio por su valor económico. “Si estuviéramos pendientes de venderlos, ni yo podría dedicarme a mi ganadería, que es lo que me da la vida, y ellos perderían muchas horas de estudio, que sienten como fundamental, solo para que pudiesen tener más juegos para entontecerse otros millones de muchachos”.

Las chicas, por su parte, bajo la influencia de sus compañeras de escuela, estaban absorbidas por el maquillaje, las relaciones siempre platónicas con los chicos, siempre a distancia, lo que les causaba no pocas lágrimas, de las que las consolaba su madre, y el aprendizaje junto a ésta de las funciones de ama de casa. Quiero explicar también por qué aprendían todas las labores de la mujer consideradas generalmente obsoletas: bordar a punto de cruz, hacer punto (devanaban las madejas y hacían los ovillos encantadas), crochet, patchwork…, a la vez que se les dejaban las puertas abiertas para las salidas profesionales.

Pero por otra parte, en la casa se hablaba de sexualidad con la misma naturalidad con que se diría que hoy hace sol y hoy llueve. Los padres sabían que la sexualidad es la base de la identidad y que no podía por eso ser callada.

Lo mismo se hablaba de las numerosas parejas que encontraban los chicos y de las particularidades o dificultades de sus relaciones, que de la complicada formación de pareja por parte de las chicas, que era lo que provocaba sus frecuentes lágrimas. Pero suavemente, iba emergiendo su belleza como revelación de su vida, y su gentileza y ternura como su manera propia de unirse con quien supiese quererlas.

El resultado general, después de las peleas de la niñez, era una actitud transigente y protectora por parte de sus hermanos, que preparaba a unos y otras para sus futuros matrimonios. Los cuatro no han sido excepcionales en la época escolar, pues siempre ha habido algún otro u otra trans, que les ha acompañado. En cuanto a si serán homos o heteros, está por ver.




1 comentario:

  1. El uso de la tecnología, puede conllevar a la aparición del transhumanismo, a la vez una filosofía y un movimiento. Se puede resumir el transhumanismo como el deseo de superar y liberarse de los limites de la biología humana mediante el uso de la tecnología, pero sin alterar necesariamente la condición humana. Por ejemplo, si está disponible la tecnología del ojo biónico, un "transhumano" exigirá la posibilidad de poder ver en gamas de ondas más amplía que el ojo humano, como ver en infrarojo o ultravioleta. Un ciborg puede considerarse transhumano.

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